Dictadores de la normalidad:
En todas las épocas y en todas las culturas, han surgido figuras que dictaminan lo que es considerado “normal” o “correcto”. Estas figuras, a las que llamaremos “Dictadores de la Normalidad“, van más allá de los políticos tradicionales. Están en cada rincón de la sociedad: en el hogar, en las escuelas, en las calles y en los puestos de trabajo. Cada uno de ellos, desde su posición de poder, establece normas, ya sea de manera sutil o explícita, limitando el desarrollo personal de los individuos que caen bajo su influencia.
El término “Dictadores de la Normalidad” hace alusión a aquellos que, desde una posición de poder o autoridad, dictaminan lo que es socialmente aceptable o inaceptable, reprimiendo a quienes no se conforman a estos estándares. Ellos no sólo dictan normas, sino que también son jueces, castigando a quienes no se conforman.
Estos dictadores no se limitan a líderes políticos. Incluyen a padres, madres, profesores, vecinos, jefes, y a cualquier persona que ejerza alguna forma de poder sobre otros. Ellos viven juzgando, muchas veces sin ser conscientes del daño que pueden causar al limitar la expresión y desarrollo de quienes les rodean.
Uno de los pensadores más prominentes que abordó temas similares fue Friedrich Nietzsche. Él argumentó que las normas y valores sociales son en gran medida arbitrarios y son impuestas por aquellos en posiciones de poder. Según Nietzsche, muchos de estos valores tienen el propósito de mantener a la mayoría en una posición de sumisión, reprimiendo la voluntad de poder del individuo. Estos dictadores, en el contexto de Nietzsche, son aquellos que temen al “superhombre” o “übermensch“, ese individuo que se sobrepone a las normas sociales y crea sus propias reglas.
Tomando prestada la noción de Nietzsche, es posible decir que los “Dictadores de la Normalidad” temen a quienes desafían o cuestionan sus normas. Estas personas que desafían el statu quo son a menudo vistas como amenazas, ya que su mera existencia cuestiona la autoridad de los dictadores y, por ende, su poder.
Pero ¿por qué algunas personas sienten la necesidad de imponer su visión de lo que es normal sobre otros? Una posible respuesta es que estas normas les brindan una sensación de seguridad y control. Al imponer un orden, se reducen las incertidumbres y se mantiene una sensación de estabilidad en el grupo. Sin embargo, esta estabilidad a menudo se consigue a expensas de la individualidad y la libertad de expresión de los demás.
Además, el acto de juzgar y controlar puede proporcionar una falsa sensación de superioridad. Cuando una persona se erige como el árbitro de lo que es correcto, ello puede reforzar su autoimagen y darle una sensación de propósito y significado. Sin embargo, este comportamiento a menudo surge de inseguridades profundas y de un deseo de afirmarse a sí mismo a expensas de otros.
A pesar de los desafíos que plantean los “Dictadores de la Normalidad“, también es posible resistir y desafiar estas normas. La historia está llena de individuos que, armados con valor y determinación, se atrevieron a vivir según sus propias reglas, desafiando las normas sociales de su tiempo. Estas personas, a menudo consideradas rebeldes o visionarias, han impulsado el progreso y la innovación en diversas áreas de la vida.
Es fundamental reconocer y cuestionar el poder que los “Dictadores de la Normalidad” ejercen en nuestras vidas. Si bien es natural buscar pertenencia y conformidad en un grupo, es esencial no sacrificar nuestra individualidad y libertad en el proceso. Como Nietzsche sugeriría, debemos esforzarnos por superar estas normas impuestas y buscar nuestro propio camino, abrazando nuestra verdadera naturaleza y potencial.
Juan Darío Mercere García
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