El Peso de la Palabra
De Fonemas a Imágenes Mentales
Desde los albores de la humanidad, la comunicación ha sido una herramienta esencial para la supervivencia y el desarrollo de las sociedades. Antes de que existieran las palabras escritas, los seres humanos se comunicaban a través de sonidos, gestos y señales. Estos sonidos, conocidos como fonemas, son las unidades más pequeñas de sonido que pueden cambiar el significado de una palabra. Por ejemplo, cambiar un fonema en “gato” lo convierte en “pato”. Pero ¿cómo evolucionamos de simples fonemas a un lenguaje vocal completo y, eventualmente, a un sistema escrito?
El antropólogo Claude Lévi-Strauss argumentó que el lenguaje es una herramienta que permite a las sociedades crear y mantener estructuras sociales. A medida que las comunidades crecían y se volvían más complejas, la necesidad de un lenguaje más sofisticado se hizo evidente. Los fonemas evolucionaron y se combinaron para formar palabras, y estas palabras se usaron para representar objetos, acciones y conceptos. Con el tiempo, estas palabras se convirtieron en el lenguaje vocal que conocemos hoy.
Sin embargo, el lenguaje vocal tenía sus limitaciones. No podía ser preservado ni transmitido a largas distancias o a generaciones futuras. Aquí es donde entra en juego el alfabeto. Los antiguos sumerios fueron algunos de los primeros en desarrollar un sistema de escritura, cuneiforme, para representar fonemas y palabras. Este fue un paso revolucionario en la historia de la comunicación humana, ya que permitió la preservación y transmisión del conocimiento.
Pero, aunque el lenguaje escrito solucionó muchos problemas, también introdujo otros. Como señaló el sociólogo Ferdinand de Saussure, las palabras, ya sean habladas o escritas, son simplemente signos que representan algo más. No tienen un valor inherente por sí mismas, sino que su significado proviene de lo que representan. Y aquí es donde surge la imprecisión de la comunicación.
Cada individuo tiene experiencias y conocimientos únicos que influyen en cómo interpreta las palabras. Cuando escuchamos o leemos una palabra, nuestro cerebro crea automáticamente una imagen o concepto asociado con esa palabra. Estas imágenes mentales son el resultado de nuestras experiencias pasadas, nuestra cultura y nuestra educación. Por lo tanto, es casi imposible que dos personas tengan exactamente la misma imagen mental de una palabra.
El logopeda David Crystal ilustra esto con un simple experimento. Pide a las personas que cierren los ojos e imaginen una “manzana”. Algunos visualizarán una manzana roja, otros una verde, algunos la verán con un tallo, otros sin él. Algunos incluso pueden imaginarla cortada o en un pastel. Aunque todos escucharon la misma palabra, cada persona creó una imagen diferente en su mente.
Esta variabilidad en la interpretación es lo que a menudo lleva a malentendidos y conflictos en la comunicación. Lo que una persona dice y lo que otra persona entiende pueden ser dos cosas completamente diferentes. Es por eso por lo que es esencial ser claro y preciso al comunicarse, y ser consciente de que las palabras llevan un peso que va más allá de su definición en el diccionario.
El significado de una palabra ya sea escrita o hablada llevará al emisor a intentar crear una imagen conceptual en el receptor que construirá la suya propia a partir de su información y experiencia, por eso es fundamental en el diálogo tanto hablado, como escrito conocer que tanto el emisor como el receptor tienen sus limitaciones propias del código que ha creado su cultura para transmitir ideas.
Teniendo en cuenta estas limitaciones, nos vemos obligados a comprender el lenguaje no verbal, aquel que representa el cuerpo con expresiones y micro reacciones que son leídas de manera instintiva y condicionan la situación de un encuentro personal. Llevar al consciente el lenguaje no verbal a través del aprendizaje por medio de la lectura y la observación nos llevará a interpretar mejor el desarrollo de un diálogo, pudiendo expresar por medio de la paralingüística el concepto deseado con mayor precisión.
La evolución del lenguaje, desde simples fonemas hasta un sistema escrito completo, ha sido esencial para el desarrollo de la humanidad. Sin embargo, también debemos reconocer las limitaciones y desafíos que presenta. Las palabras son poderosas, pero también son imprecisas. Cada persona interpreta las palabras a través del prisma de sus propias experiencias y conocimientos. Por lo tanto, es esencial ser empático y consciente al comunicarse, y recordar siempre el peso que llevan nuestras palabras.
Juan Darío Mercere García
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